El universo en tu mano by Christophe Galfard

El universo en tu mano by Christophe Galfard

autor:Christophe Galfard [Galfard, Christophe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-04T16:00:00+00:00


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Nos han enseñado que la radiactividad es peligrosa y que, a ser posible, deberíamos rehuir los materiales radiactivos como el plutonio, el uranio, el radio o el polonio… Y con razón. Sin embargo, los neutrinos, que no distinguen entre tu persona y la nada no pueden ser los responsables de ese peligro.

La razón reside en las demás partículas que salen despedidas durante la desintegración radiactiva y, por suerte, ya estás familiarizado con ellas.

Cuando se desintegra el núcleo de un átomo, se divide y puede desprender neutrinos, cárceles de quarks, electrones y luz, y los tres últimos son peligrosos.

Los grupos más grandes están formados por cuatro cárceles de quarks unidas: dos neutrones y dos protones adheridos que forman un nódulo llamado partícula alfa, el cual, en realidad, corresponde a un átomo de helio desprovisto de sus electrones. Para convertirse en un átomo, ese núcleo necesita robar dos electrones de alguna parte, un hito que puede conseguir de diversos modos. Puede arrancarlos de algún átomo cercano (grosero), compartirlos con algún átomo cercano (altruista) o adoptarlos (buen samaritano).

En el primer caso, el átomo al que se le quitan los electrones comienza también a buscar otros electrones. Cuando hay seres vivos cerca (como nosotros, como tú en tu cocina), les pueden robar electrones de la piel y pueden producirse reacciones químicas extrañas que provocan lo que se conoce como quemaduras radiactivas. Por eso son tan peligrosas las partículas alfa.

La segunda clase de partículas que pueden salir despedidas de una desintegración radiactiva es un electrón altamente energético, que puede golpear a otros electrones y mandarlos bien lejos (lo que deriva en el mismo tipo de peligro). La tercera clase es un fotón altamente energético, un rayo gamma, como el que nos encontramos en nuestro anterior viaje por el cosmos y del que destacamos su increíblemente alta e intensa frecuencia.

Con solo tocar un átomo, el rayo gamma puede arrancarle un electrón y convertir el átomo en un ion ansioso por encontrar otro electrón, cosa que, de nuevo, puede provocar quemaduras en la piel.

Pero los rayos gamma pueden ser mucho peores.

Nada les obliga a detenerse en la superficie de tu cuerpo. Pueden penetrar en ti y provocar el caos interno, y no solo echando electrones de su hogar atómico, sino rompiendo también moléculas, como las del ADN, en el corazón de nuestras células, hecho que produciría modificaciones en las instrucciones que nuestro organismo emplea para crear todo lo que nuestro cuerpo necesita para vivir. Los resultados suelen ser el cáncer y/o las mutaciones genéticas.

Todos estos posibles resultados son espantosos. Eso es innegable. Sin embargo, también hay una parte buena en todo esto: del mismo modo que la gravedad, el electromagnetismo y la interacción fuerte, la radiactividad, a pesar de ser una fuerza de destrucción, es un proceso natural que se da en todo momento, en todas partes, incluso en el interior de tu cuerpo a ritmo muy lento. Solo deberías preocuparte si te expones a altos niveles de radiación.

De hecho, deberíamos estar todos muy agradecidos por la existencia de la radiactividad.



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